Palpando procomunes invisibles

02.04.2012 por Rubén Martínez

Sin cuidados, la vida es imposible. No es posible la vida "productiva", sin trabajo de cuidados. Si hemos sido “productivos” en esa ficción llamada capitalismo, ha sido gracias a que cuidamos y somos cuidados por otras y otros. En parte, esta es la esencia de la crítica feminista a la economía política clásica cuando hace visible aquello que de tan normalizado, algunos han etiquetado como “improductivo”: el trabajo doméstico, la reproducción del trabajo. Sin trabajo de cuidados la vida no podría existir en una economía de mercado que invisibiliza y desprecia la fuente que la nutre. Como dice Amaia Pérez Orozco «los mercados nunca han satisfecho todas las necesidades de cuidado de las personas. Una parte fundamental se ha cubierto, y se cubre, mediante el trabajo invisible realizado por las mujeres» (1). Ni Estado ni mercado han logrado cubrir una necesidad fundamental: el derecho a ser cuidadas.

Por ese y por interminables motivo, hemos rendido homenaje a quienes a veces de manera injusta pero siempre apasionadamente han cubierto ese derecho. Ellas, sometidas a no poder tomar elección sobre el rumbo de sus vidas, han cuidado de las nuestras. Han sido vehículo de nuestras existencia más allá de lo mercantil y lo estatal, han sido nuestros procomunes... invisibles. Allí donde la lógica de lo privado-mercantil y lo público-estatal no veían nada (y, a día de hoy, siguen sin limpiarse las gafas), pocos y pocas serán las que no hayan vivido bajo el amparo de la cuidadanía, bajo la robusta fragilidad de los procomunes invisibles.

Inspiradas en esta realidad, que sin duda muestra la crudeza estructural desde la que se instrumentaliza el amor pero también su potencia para sostenernos y su capacidad de exceder toda lógica, abrimos un proceso de investigación en acción sobre los procomunes invisibles. Procomunes, porque son formas de crear apoyos y mantenernos bajo códigos que, si bien no de forma explícita pero sí tácitamente, nos ayudan a sobrevivir tanto material como emocionalmente. Invisibles, porque han sido olvidados o mal recordados cuando no escondidos o desdibujados. En definitiva, procomunes invisibles porque, si bien en la oscuridad o en lugares recónditos de nuestro día a día, son indispensables y muestra viva de nuestra capacidad cooperativa y solidaria. Procomunes invisibles que crean suelos habitables.

Palpando procomunes invisibles

Durante las Residencias Copylove nos sorprendimos a nosotras mismas encontrando procesos de cooperación y de mutua solidaridad que de tan incrustados en nuestro subsuelo, pasan desapercibidos. A estas prácticas y procesos son a las que hemos querido llamar “procomunes invisibles”, porque están ahí pero han sido invisibilizados, porque están ahí pero los desconocemos, porque gracias a ellos, estamos aquí. Como punto inicial, algo inconexo, intuitivo y – disculpas a los señores científicos ;) – poco fundamentado, queríamos señalar algunos de los momentos de las Residencias Copylove donde los procomunes invisibles han salido a flote.

Durante su presentación en la primera residencia, Sofía y Mª Ángeles de la red Mujeres de Negro nos explicaban el diagrama que realizaron para representar su experiencia comunitaria. Conceptos como "resistencia activa de la minoría", "ternura", "autoridad" nos remiten a ese suelo habitable que construyen para sortear las sinrazones de lo que les rodea, para cuestionar una sociedad patriarcal de marcado acento militar (militar en su lenguaje pero también en sus deseos). “Otorgarse autoridad” en comunidad es, no sólo crear un proceso dinámico para integrar y capacitar a otras, sino también cuestionar aquellas figuras autoritarias que nos vienen predeterminadas bajo valores que no compartimos.

Lucía de la cooperativa Taraceas, nos comentaba en la segunda residencia los procesos de cooperación ciudadana que se dan para cuidar a los hijos/as de otros/as, para poder no sólo compartir entre pares el trabajo de cuidados, sino también, para poder «crear un ambiente propicio dónde el/la niño/a pueda ser protagonista de su propio desarrollo, de acuerdo con sus propias necesidades, sin imposiciones externas» (Madres de día). Lucía nos recordaba que este tipo de prácticas ya existían en Sevilla desde mucho tiempo atrás; mucha gente que hoy participa en estos procomunes invisibles fueron cuidadas por las “miguitas”, madres cuidadoras que han ido construyendo una institución social que, soportando la precariedad y la presión estructural, han intentado crear su propio “Estado de bienestar”.

También nos sentimos reconocidos/as durante una de las dinámicas que protagonizó la comunidad Helvéticas, espacio de aprendizaje y formación literaria con perspectiva de género. Tomamos como pretexto la recreación de una de las situaciones que vivió la comunidad Helvéticas. Con ese objetivo, planteamos un ejercicio escénico que, si bien tenía como referente una situación real, tomó un rumbo completamente ficticio que nos ayudó a analizar problemáticas que emergían. La escena ponía de relieve no solo las relaciones que se establecen por la comunidad en su conjunto, sino aquellos lazos constitutivos que se dan en el plano más personal. Después de una estancia lejos de la comunidad, una de las comuneras que durante su fundación había tenido un papel muy relevante, volvía al espacio Helvéticas. Aprovechando este hecho real, en el ejercicio de escenificación se simuló que ésta volvía en un momento de toma de decisiones, que –desde el punto de vista de la recién llegada– desvirtuaban el objetivo compartido que había fundado el espacio. La incomodidad no solo surgía por este “cambio de rumbo” –que el resto percibía como oportunidad– sino por notar la “falta de afecto” (la incapacidad por afectar al resto) que producían sus palabras. Estos procesos que inciden en la
micropolítica de los grupos pasan muchas veces desapercibidos, pero constituyen una parte esencial para mantener vivo el procomún.

Estas tres experiencias nos remiten al concepto sororidad, planteado como lucha contra esos procesos de invisibilidad. La sororidad, según Marcela Lagarde enunciaría los:

«Pincipios ético-políticos de equivalencia y relación paritaria entre mujeres. Términos relativos: sororal, sórica, sororario, en sororidad. Se relaciona con el affidamento del Colectivo de la Librería de Mujeres de Milán al propiciar la confianza, el reconocimiento recíproco de la autoridad y el apoyo entre mujeres. La sororidad es una dimensión ética, política y práctica del feminismo contemporáneo. Es una experiencia de las mujeres que conduce a la búsqueda de relaciones positivas y la alianza existencial y política, cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con otras mujeres, para contribuir con acciones específicas a la eliminación social de todas las formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y al empoderamiento vital de cada mujer

Durante otras de las dinámicas de las residencias propusimos pensar por grupos posibles recursos o prácticas que no estaban activadas como procomún, pero que podríamos pensarlas bajo esas coordenadas. A este ejercicio lo denominados “procomunando que es gerundio” poniendo énfasis en la necesidad de accionar, de movilizar, de poner en marcha procesos que materialicen prácticas comunales. Entre otras, apareció una práctica directamente relacionada con la vida, pero completamente privatizada y cargada de “tasas” (tanto culturales como económicas): la gestión de la muerte. La muerte, algo que invisibilizamos ya que nuestra cultura dicta que lo concibamos como tabú, pasa a manos de empresas que gestionan un proceso que imaginábamos cómo podría darse en caso de ser gestionado por comunidades próximas. ¿Cómo convertir la gestión de la muerte en un procomún? ¿Sería positivo poder procomunar este proceso o lo haría más doloroso?

Como comentábamos al principio, estos son tan sólo algunos apuntes de reflexiones que han ido apareciendo durante las residencias que, ahora, de manera transversal hemos unido como “procomunes invisibles”. En conjunto, prácticas y formas de cooperar (o de dejar de hacerlo) mediadas por valores culturales, sociales y económicos que determinan nuestra forma de percibir aquello que es productivo y lo que es improductivo, aquello que es privado y aquello que es público, aquello que es “normal” o aquello que tal vez deberiamos percibir como anomalía. Ninguna, como veis, excesivamente trascendente ni falta de la cotidianidad que suele marcar a elementos que atraviesan nuestra vida y nuestra supervivencia. Porque a veces, subrayar lo obvio, es un acto radical.

(1) Podríamos recomendar muchos textos y reflexiones de Amaia, hemos elegido una que plantea preguntas que merecen especial atención ¿Qué vida vivimos y qué vida merece ser vivida?. Una pregunta que puede sonar evidente a la vez que dramática, pero cuya respuesta inmediata ya nos hace dibujar una sonrisa: la vida que merece ser vivida es una buena vida :) parte1 y parte2.

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473 - Rubén Martínez 03/04/2012 - 14.16

añado una referencia: "la mujer, durante el fordismo, se convierte en un común para el hombre". Comentario de Isidro López al final de una sesión en Medialab Prado, mientras hace un repaso sobre qué suposo para las mujeres la pérdida de autonomía que les ofrecían las tierras comunales antes del proceso de cercamientos (con referencias a Silvia Federici) http://medialab-prado.es/article/reunion_general_laboratorio_procomun_marzo_2012__

496 - comentarista oportunista 12/07/2012 - 20.00

uy, según levi strauss la mujer siempre fue un común para el hombre y a partir de este intercambio (o no) se construyen las comunidades y el parentesco, la domesticación en los cincuenta puede ir por ahí, pero creo que es más sofisticada (al menos brillante con tanto anuncio de cocina) y además tiene una componente regresiva que es fundamental para entenderla

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