Tiernas anomalías

13.04.2012 por Rubén Díaz

(cc) Julio Albarrán

«I do not deny certain kinds of biological differences. But I always ask under what conditions, under what discursive and institutional conditions, do certain biological differences - and they’re not necessary ones, given the anomalous state of bodies in the world - become the salient characteristics of sex. (...) I still very much believe in the critique of the category of sex and the ways in which it’s been constrained by a tacit institution of compulsory reproduction»

(Judith Butler)

En un curso dictado en el Collège de France entre 1974 y 1975 compilado en un libro titulado Los anormales , Foucault analiza las figuras del monstruo, el incorregible y el onanista a través de informes periciales médicos y judiciales. Los anormales son seres que transgreden las normas y que habitan un afuera. Sus cuerpos y formas de vida, desordenados, excéntricos, extraños, anómalos, son fenómenos de naturaleza accidental. Realidades que desbordan los límites de lo permitido. Personan que desencajan en un mundo domesticado.

D’amore si vive (Italia, 1984) es una investigación sobre el amor, la ternura y la sexualidad. Su director, Silvano Agosti, entrevista a siete personas en la ciudad de Parma que constituyen un muestrario de esas anormalidades: una joven madre que recuerda excitada el momento de dar a luz a su primer hijo, una mujer que explica la fobia que la aleja de su propio cuerpo; una chica que habla de la primera vez que se dejó tocar a cambio de dinero; un niño de nueve años cuyas opiniones -y el modo en que las expresa- lo hacen extraordinario; una prostituta de 44 años que relata las perversiones de sus clientes; una transexual que canta opera y se siente sola; y un travesti místico que cuida palomas.

La franqueza y singularidad con que responden -y callan- a las preguntas de su interlocutor (siempre fuera de campo, pero presente como motor de la trama) los desplaza hacia los márgenes de ese discurso institucional tácito y de reproducción obligatoria que comenta Judith Butler más arriba. Estos siete relatos de vida están fuera de lugar porque no responden a lo establecido, lo que los condena a permancer ocultos o prohibidos en la esfera pública, desconectados de «lo real». Quizás por ello esta película estuviera pensada incialmente para la televisión. Desconozco las razones por las que finalmente no se emitió en su día, pero hoy no interesaría a una audiencia que, demasiado acostumbrada a los monstruos del espectáculo, se sentiría incómoda con las personas que entrevista Agosti. No tanto por sus rarezas sino por su autenticidad. Una autenticidad que rechaza el orden de las cosas y que se basa justamente en lo otro.

El director italiano recuerda aquí al Joaquín Arbide en La Esmeralda (1970) o Ventura Pons en Ocaña, retrato intermitente . Todos se interesan precisamente por sacar a la luz las visiones de la vida corriente y opiniones de estas singularidades. En vez de hacerlo a partir de informes periciales como ’Los anormales’, Agosti opta por la poética de la entrevista en primer plano. Alejada de los lugares comunes que reducen el amor al romanticismo, la ternura a la cursilada y la sexualidad a un espectáculo pornográfico, la cinta se adentra en los relatos de estos «raros». Relatos cargados de gestualidad y silencios que el espectador, poco a poco, va asumiendo no como extraños, no como desviaciones ni excepciones, sino como situaciones comunes de vidas más o menos marginales, más o menos universales: temores, alegrías, soledades, nostalgias, enamoramientos, fracasos, desconfianzas o ilusiones.

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