14.04.2012 por
(cc) Julio Albarrán
En ZEMOS98, en este blog, llevamos cinco meses y 33 posts hablando sobre #Copylove, aunque aún no sepamos muy bien qué significa. Este plural es mayestático, pero espero que me lo perdonéis porque lo digo formando parte de un grupo de personas que estamos pensando estas cosas juntas. De eso se trata: detrás de todo este discurso sobre afectos y cuidados, hay cuerpos que coincidimos en el espacio y el tiempo (físico o telemático, no te olvides de hablar al micro para que te escuchen por streaming) y que formamos una comunidad. Y para problematizar la noción de comunidad hemos invitado a Mabel Cañadas, de la ecoaldea Lakabe, a la tercera sesión de la residencia de abril.
Lakabe es una pequeña comunidad rural situada al norte de Navarra. A ella llegaron hace 32 años alrededor de treinta personas vinculadas a movimientos feministas y de insumisión, con el objetivo de construir un lugar donde pudieran vivir sin que les atravesaran las estructuras sociales a las que se oponían. Y al llegar al campo... el silencio, la nada. Tuvieron que inventarse cómo vivir en colectivo, sin jefes, sin sueldos, sin ocio programado... y con una buena dosis de caos, generado por la falta de experiencias previas que pusieran cimientos a la bonita idea de vivir en una aldea sostenible y 100% autosuficiente.
Así lo cuenta la propia Mabel en este
texto:
"Diseñar una mini sociedad en la cabeza es relativamente facil y muy alagador para el ego, se logra ajustar todas las piezas. Pero las personas no somos piezas de un rompecabezas y en cuando nos ponemos en movimiento todo el montaje se viene abajo. En Lakabe hemos vivido este proceso repetidamente y aun así hemos continuado avanzando, a veces a ciegas, hacia un espacio desde el que recrear el cotidiano. Pero dentro unas coordenadas diferentes que posibilitan la libertad del
individuo sin destrozar el grupo."
La historia de Lakabe está contada en este vídeo y la apuesta
autogestionaria la explica Mabel en este otro. Pero en el taller no se extendió en hacer historia, porque prefirió hablar de
comunidades y grupos en términos genéricos. Asegura que todos los
procesos en grupo presentan dinámicas y agentes parecidos, de forma
que se pueden aplicar categorías para explicar lo que ocurre en ellos.
A contarnos esto dedicamos la mañana.
Vivir en grupo es siempre un ejercicio de equilibrio: entre los
consensos grupales y los deseos individuales, entre las necesidades
colectivas y las propias, entre la sostenibilidad y el placer. Cada
grupo, según Mabel, tiene que construirse un andamio sobre el que
hacer estos malabarismos, un esqueleto que lo articule. Y para ello es
necesario marcar sus límites, un adentro que no se pierda en el
espacio. Por supuesto, flexible y dinámico, como lo somos las personas, pero con suficiente resistencia como para sostener a todos
sus miembros.
Dentro de un grupo se generan dinámicas e imaginarios que desafían a
sus propios miembros. Todas hemos creado creado "monstruos" alguna vez, modelos organizativos o rutinas que nos han dado más problemas que soluciones y que el grupo no parece dispuesto a sostener. Mabel lo tiene claro: "Si no estamos ahora en esto, lo dejamos". Pero de nuevo manteniendo el equilibrio, sin abandonar responsabilidades adquiridas: "tenemos muy presente que el grupo se haga cargo de mí (aunque lo disimulemos diciendo ’nosotras’), pero se nos olvida estar pendientes de las demás".
Todos los consejos que nos da Mabel parecen adecuados para comunidades acotadas, como puede ser la de Lakabe. Los grupos no tienen que ser cerrados, pero "se necesita continuidad para que se conserve la energía, aproximadamente tres cuartas partes de la gente tiene que ser estable para conservar el grupo". ¿Nos vale esto para las comunidades en las que participamos habitualmente? ¿Qué hay de los enjambres, con los que hemos sido capaces de hacer algunas de las cosas más divertidas y productivas de los últimos tiempos (desde el 15M a Twitter)? Las respuestas no estuvieron en esta sesión.
Nos cuenta Mabel que en todo grupo circulan tres niveles de información: "la realidad consensuada, el mundo de los sueños y los
deseos y el de la esencia". Todo eso se colectiviza en el grupo y hace
que circule una energía común, que se traduce en tres canales por los
que nos comunicamos: el lenguaje de los actos (el hacer), el de los
sentimientos, el de los significados (los valores), el del imaginario
(proyección en el futuro), el de las resonancias (intuiciones). Normalmente, en cada grupo se escuchan algunos lenguajes y se obvian o marginan otros (y a las personas que se comunican mejor en ellos).
¿Tú sabes con qué lenguaje te manejas mejor? A nosotras nos costó
mucho definirnos y llegamos la conclusión colectiva de que todas somos plurilingües, que negociamos con los grupos en los que participamos en qué lenguaje hablar en cada momento y que solemos estar atentas a lo que el grupo nos pide. "La mejor manera de estar en un grupo es estar a disposición de lo que esté pasando en ese entorno", llegó a decir
Mabel.
Otra pregunta: ¿qué valores hay detrás de las decisiones concretas que tomamos en grupo? Ahí es donde Mabel aprieta más las tuercas, porque es difícil verbalizar qué es lo que moldea tu día a día. "No tenemos nuestros valores nada trabajados, y eso interfiere en el espacio grupal". Detrás de cada conflicto sobre cómo hacemos algo, está nuestra escala de valores. Sobre la mezcla de todos ellos se construye el código compartido por el grupo.
Vale, pongamos que hemos decidido que somos ecologistas (un valor) y que hacemos nuestro propio jabón. Pero nunca encontramos el tiempo para ello y acabamos comprándolo en el supermercado... pues igual es que no somos tan ecologistas, ¿no? "Cuando tomamos una decisión y nadie la cumple, es porque hemos decidido en base a valores que en realidad no compartimos". Vivir en comunidad conforme a unos valores compartidos requiere un proceso largo de cambio personal (individual) que se materializará en colectivo. Todo pasa por no resignarse: no me digas que "esto es lo que hay" cuando es que "esto es lo que me han contado y yo me lo he creído porque me conviene".
Lo mejor es que en grupo hay muchas más posibilidades de
(re)producción: podemos articular todo lo que somos, tenemos y
queremos en infinitas combinaciones e inventar maneras sostenibles de vivir según nuestros valores. Es lento, pero nadie dijo que para esto del #Copylove nos fueran a bastar cinco meses y 33 posts.